Entrevista a Rodolfo Ortiz sobre Arturo Borda / Rubén Vargas

Entrevista a Rodolfo Ortiz sobre Arturo Borda / Rubén Vargas – Mariposa Mundial

¿Qué relación tiene —o se puede especular que tiene— ‘Nonato Lyra’ con ‘El Loco’? ¿Es posible que sea uno de los cuadernos perdidos?

En 1937 se produce un encuentro memorable que prefigura una posible relación entre Nonato Lyra y El Loco. Se trata de una carta que Borda escribe a Carlos Medinaceli a raíz de la devolución de los nueve cuadernos de “El Loco”. En esta carta, que se condensa en tres fantásticas versiones todavía inéditas, Borda menciona que “fuera de esos nueve” hay “unos dos volúmenes”. En el manuscrito, a la par, hay un momento importante de vacilación textual cuando al inicio, en la página 8, el narrador anuncia en un primer proceso de escritura que las cuartillas de Nonato Lyra se publican en “nueve volúmenes”, palabras que luego de sucesivas borraduras y reescrituras se reemplazan por “ahora hoy”, es decir, un momento de vacilación que sugiere la posibilidad de que este manuscrito fue parte de los otros nueve y ya no es más parte de esos otros nueve.

Sin embargo, hilando más fino, es posible encontrar similitudes importantes en la estructura textual de ambos libros. Se podría conjeturar que Nonato Lyra se constituye en una suerte de condensado encapsular del proyecto estético esbozado en El Loco, salvando por supuesto las particuaridades que cada texto despliega en tramas y lenguajes.

¿Qué aporta este descubrimiento al conocimiento de la vida y la obra de Arturo Borda?

Borda siempre refuerza la idea de no ser más que aquello que no se dice del todo. Girando siempre sobre sus talones para huir, para usar una imagen suya, fue urdiendo no necesariamente objetos de arte sino ruinas, y esta vislumbre la descubrió él mismo para su posteridad, quiero decir, para lectores siempre futuros que a la manera de Benjamin comenzarían a cepillar esas ruinas a contrapelo. Esta dinámica, a la vez, aportaría a difuminar a Borda en la imagen de un archivo descentrado, en cuyo interior su obra se despliega y se constituye a partir de una lógica de ausencia y descentramiento. Esto no es poco decir, si pensamos en los quehaceres culturales de su contexto y por qué no del nuestro también.

¿Cuál es el núcleo central de este manuscrito en términos narrativos y de pensamiento?

Al final de la página 20 del manuscrito, hay una frase redoblada en dos líneas que dice: “Y así podemos pasar como una basurita que se lleva el viento”. Esta frase nos interpela. El desconcierto de un núcleo adherido a nada es lo que quizá nos toma por sorpresa y nos jalonea desde algún rincón del pensamiento. ¿Qué puede significar este fragmento desarticulado de su constelación? ¿De dónde fue tomado? ¿Desde dónde? ¿Hacia dónde? Quizás llegue a ser prácticamente imposible reconstruir el contexto interno o externo de ese pasar “como una basurita”. El derrotero fragmentario de este manuscrito sugiere la incertidumbre de la comparación y la posibilidad fáctica de sabernos siempre a la deriva y a la vez estancados en un basural; nos devuelve hacia una constelación siempre rota de principio pero siempre anclada en una La Paz que habla desde una entraña, entiendo, todavía incierta. La frase misma que pasa ante nosotros como una “basurita que se lleva el viento” parece que llega de un injerto que nos obliga a desmontar una trama que oscila entre lugares conocidos y otras veces totalmente desconocidos. Ya en principio el texto, en términos narrativos, nos confronta con un entrevero de manuscritos del cual resulta imposible salir, como en El Loco, aunque de manera distinta, pues habrá que asumir que jamás se camina dos veces por el mismo basural. Nonato Lyra, el beodo de los “bajos fondos” de esta historia, es de sopetón un muerto presente, no así el entrañable Loco que en El Loco es un desaparecido. Esta quizá sea una posible clave inicial de lectura, aunque no la única, que nos delimita dos posiciones, dos vueltas de tuerca, con respecto a las cuartillas que van hilando y deshilando sus misteriosas historias.    

En la Biblioteca del Bicentenario de la República —que publicará las 200 obras más importantes de la vida boliviana— se ha incluido ‘El Loco’ de Borda. Como estudioso del autor y la obra, qué consideraciones plantearía para esta nueva edición?

Hace poco se incluyó a El Loco dentro de las 15 novelas fundamentales de Bolivia. Encuentro dos desaciertos en esta inclusión: considerar a El Loco una novela y al hacerlo reproducir un texto mutilado. Considero que a casi cincuenta años de la primera publicación de esta obra la idea de una nueva edición de El Loco no llegaría a ser tan descabellada. Pienso en una edición que en principio asuma la reorganización del material y la reubicación de sus secciones, sin mayor misterio que la atención minuciosa a la lógica interna que la obra misma segrega. Es comprensible que durante las urgencias institucionales, también coyunturales, en tiempos de los Mesa y de Alcira Cardona, la edición del 66 tuvo que “abordarse” un poco a la ligera. El tiempo quizás en este caso no fue un gran aliado de los editores, aunque no hay que desmerecer al arduo trabajo, casi un ardid inhumano, de transcribir nueve o más cuadernos de Borda en unos cuantos días.

Quizás hoy el aura de esos tres volúmenes del 66, sin que nadie diga nada o pocos digan algo, comienza a cortejar su fin. Borda hubiera deseado la conexión de sus lectores en un instante germinativo de plaza pública. No por nada el papel hallado en el bolsillo de Lyra corrobora este deseo también esbozado por el Loco cuando dice “el tesoro de mi fortuna dejo para todos”. Considero por esto mismo que esta obra no debería pensarse como un gesto de sonambulismo hermético. Borda anheló publicar y a la vez quiso decir por separado. Un vistazo hemerográfico permite constatar que El Loco nunca se dejó de reescribir aunque se escribió de 1902 a 1925. Durante los años 20 Borda publicó decenas de fragmentos de El Loco, sueltitos como cigarritos, en serie como cajetillas. Ese medium llamado futuro editor de El Loco, y mejor si pluralizamos, no tendría que descuidar el rastreo, el cotejo, el proceso mismo de esta composición, pues se tratan de versiones distintas a las que leemos desde 1966. Hay líneas y párrafos de este libro que sin duda parten aguas o bien abren sendas jamás intuidas al interior de nuestra literatura. Lo sensorial y el sentido del “mundo” de esta escritura no escapa, o al menos no tendría que escapar, de este complejo y a la vez fascinante proceso de composición.

Suplemento “Tendencias”, La Razón, diciembrec de 2014.